29 mar 2011

La que no escogiste


No escogiste a esa niña que jamás aparecería, ni que mucho lo intentara, en la revista del Country que llegaba cada mes a la sala de tu casa. La que bailaba un poco más que las demás, la que no lograba mantenerse peinada por mucho tiempo. Esa que sin rodeos ni falsas pretensiones pedía un whisky bien cargado en vez de un daiquirí de durazno.

No escogiste a esa mujer inteligente, que sin mucho esfuerzo era capaz de dejarte a ti y a tus ideas en completo ridículo. A la que por demás te enseñó entre risas y conversaciones subidas de tono qué demonios es lo que hace feliz a una mujer.

No escogiste a la de cenas informales, a la que se atreve un lunes cualquiera a comer en el piso de la sala solo por llevarle la contraria a la etiqueta. Esa que no porta el apellido ni lo desfila entre copas, ni se jacta de su educación ursulina.

Te fuiste en cambio por la niña del ganchito en el pelo y la camisa un poco más abotonada. Esa que no opina mucho, pero que siempre está dispuesta a asentir con una agradable caricia en la oreja. Sí, la hija de sutanito, nieta de la señora con la que la abuela juega canasta los domingos, hija del compañero de negocios de papá. De punta en blanco no se le escucha una grosería. Incapaz de pasarse de tragos y habla tres idiomas. Hornea las mejores galletas y habla sin parar de sus días de campamento en Ginebra.

Una última mirada te despide de la mujer de tus sueños, esa que por desgracia no puede aparecer en el portaretrato familiar. Con whisky en mano y frente en alto ella se despide con una sonrisa, sabe que pronto llegará otro hombre que sí logre dar la talla.

10 mar 2011

No hay siguiente escalón


Recuerdo la nostalgia que sentía en cada último día de campamento, esa que se sentía también en el asiento del avión o del carro regresando a casa después de un buen viaje. Todavía puedo recordar con exacta precisión el coctel de sentimientos encontrados de aquél último día que me vestí con el uniforme del colegio.

Son muchas las etapas las vividas, muchos finales, muchos cambios y ciertamente muchos miedos. No soy fan de los libros de auto-ayuda pero no puedo negarle a nadie que "¿Quién se ha llevado mi queso?" reposa entre los libros de mi pequeña biblioteca.

Con cada cierre de una etapa me pongo ansiosa, nerviosa y reacia al cambio. Quiero quedarme por siempre cantando en la fogata del último día de campamento, quiero vivir eternamente en mi nuevo lugar de vacaciones, quiero ponerme los zapatos del colegio hasta el último día de mi vida, quiero seguir saltando del trampolín aunque ya todos hayamos crecido. Las lágrimas son las fieles acompañantes del recuerdo, y los suspiros los propulsores del coraje que necesito para ver qué sigue a continuación.

Me toma un tiempo pasar por mi transición melancólica, sí, ciertamente me toma un poco más de tiempo que a otras personas. Sólo cuando estoy lista, cuando releo el susodicho libro, cuando me preparo para lo que viene deseo subir la mirada, y es ahí cuando veo entonces la escalera de mi vida y fijo la mirada en el siguiente escalón obligatorio. Al quitarme el uniforme del colegio me doy cuenta que ahora viene el blue jean de la universidad. Subir el correspondiente escalón evita que me caiga y no toma mucho tiempo para acostumbrarme a estar un poco más alto en mi escalera. A los pocos días ya hasta volteo victoriosa a ver los escalones que dejé atrás. Me río de mi misma pues no entiendo cómo es que me costó subir. Eso sí, trato de no pensar en ese siguiente escalón que me espera con brazos abiertos y que aún así no deseo visitar.

Hoy ese próximo escalón de brazos abiertos parece haberse ido de vacaciones. Se acaba pronto mi etapa universitaria, mis amigos comienzan a casarse y a encontrar su camino profesional. El nuevo tema de conversación son las anécdotas laborales, los anillos de compromiso, las pasantías que se vuelven contrataciones y las preparaciones para exámenes de post grado. A todas estas comienzo yo a buscar desesperadamente mi próximo escalón, quiero conocer ese pedazo de concreto que me va a sostener. ¿En dónde está ese próximo escalón obligatorio? ¿Será que se acabó la escalera de lo que se da por sentado?

Que fácil era subir escaleras a ciegas y qué difícil se ve ahora caminar con ojos de cautela en una vía que de lejos se ve llena de intersecciones y encrucijadas.
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