13 feb 2011

Un mundo distinto.


Un plato de pasta al dente, una copa de vino tinto, una melodía de Andrea Bocelli en vivo a centímetros de distancia.

Aire bohemio que refresca, pintura en piso y paredes que parece invitarnos a adentrarnos en su mundo paralelo.

Cada quien en lo suyo, cada quien en lo que quiere. Menos hombres en flux y más personas en bicicleta. Menos tacones y más ropa suelta.

Miguel Angel y Da Vinci no están en los museos, están afuera en cada paisaje visible desde la ventana del autobus que lleva a casa. El fantasma de Dante camina por las calles preguntando direcciones. Todos con un poco de artista, un toque de locura y otro tanto de felicidad.

Puentes que nos regalan vistas inagotables, un aire fresco que se respira más limpio. Un helado es el fiel compañero de la aventura diaria, no importan los kilos de más cuando se siente que se vive en el paraíso.

Un frío agradable, ese que acaricia la frente y te recuerda que cada paso que das vale la pena. Ese idioma que no conoces pero que suena tan familiar y despierta una sed de conocimiento nunca antes experimentada. Quieres ser parte de su código perfecto, quieres presentártele a todos los que van por tu misma calle y conocer su historia mientras se comparte un buen prosecco.

Jardines inmensos, plazas y fuentes, espacios libres. Acostarse en la grama a ver el cielo es genuinamente posible. Los niños corren y ríen sin excesivas supervisiones. Un picnik y un buen libro pueden ser el plan ideal para ver al sol esconderse.

Luego de la cena, un paseo de la mano de un ser querido es el perfecto digestivo y el mejor anticipo para una sueño profundo. Nuevamente la brisa se hace presente para despedir el día.

Mañana se amanecerá de nuevo en Roma, mañana se conquistarán nuevos sueños, mañana se esperan descubrir nuevas sorpresas.. sin olvidar pasar primero por la heladería al salir de casa.
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