Llegue hace unas horas de votar por cuarta vez en mi vida con apenas veintiun años de edad. Creo que ya se convertió en una especie de tradición ir mínimo una vez al año a mancharnos el dedo de tinta morada ¨indeleble¨ mientras nos intentan hacer comernos el cuento de que por votar más que nadie en el mundo somos más democráticos.
Llego a mi casa a escuchar todos los televisores prendidos en Globivisón (sabiendo que mis papás no los apagarán ni por un segundo en todo el día) oyendo exactamente las mismas noticias que en todos los procesos electorales. Creo que nos pudieran transimitir una grabación del Revocatorio de hace unos años y ni nos daríamos cuenta. ¨La tinta se quita con cloro¨. ¨Hay motorizados con camisas rojas haciendo campaña política.¨ ¨Mi voto salió nulo.¨ ¿Les suena familiar?
En el transcurso del día por supuesto pasan las usuales caravanas de gente que intenta fallidamente dar un mensaje entendible de ir a votar con un altoparlante. No se han dado cuenta aún que no pueden hablar y tocar corneta al mismo tiempo porque el mensaje se distorsiona y termina por no entenderse. En fin, al menos son nobles sus intensiones.
A medida que transcurre el día los ánimos se van caldeando. Las noticias pasan de ser rostros alegres de reporteros comentando la perfecta situación electoral en los centros de votación en Guasdualito y lugares que ni siquiera sabíamos que existían en Venezuela a las progresivas situaciones de denuncia (sí, la tinta no puede faltar) y declaración de gobernadores y alcaldes que aún parecen sorprenderse enormemente e indiganrse por las mismas. A finales horas de la tarde las expectativas crecen enormemente y por falta de noticias comienzan a grabar cuanto centro electoral existe haciendo la ingeniosísima pregunta de que si éste ya ha cerrado o no.
Al caer la noche los celulares no paran de sonar. ¿Para qué esperar despiertos a observar los resultados cuando aparentemente el país entero afirma con propiedad ya saber quién ganó, con cuánto porcentaje de diferencia y cuanto detalle pueda haber?
No pasa mucho tiempo después de esto cuando la situación se torna tensa otra vez. Es aquí cuando no dejan de figurar cientos de militares en televión, políticos alterados y nerviosos haciendo un llamado a estar atentos a la transparencia de los resultados. Aquí denuncian que se les niega el acceso a auditorias, a conteo de votos y a cualquier lugar público a donde en teoría tienen derecho a ingresar.
En este momento comienzan a gritar los vecinos frases como ¨A la calle¨ ¨Nos robaron¨ ¨Fraude¨ y por supuesto nadie sale de sus casas sino que le sube aún más el volumen a la televisión para así poder escuchar las noticas. Unos se quedan dormidos esperando porque no aguantan, otros se sirven café. Miles de señoras prenden velas a los Santos y permanecen despiertas orando en silencio.
¿Los resultados? Por supuesto que a las tres de la mañana. No quiero adentrarme a dar mi opinión sobre este último punto. Lo que sí puedo decir con toda seguridad es que independientemente de ellos, mañana retomaremos nuestras vidas una vez más aceptando cualquiera que haya sido la voluntad del país y leeremos una vez más las mismas noticias de siempre en el periódico matutino para luego salir a trabajar.
